Qué es el audio “sin pérdidas” y por qué casi nadie puede oír la diferencia
Con la llegada del audio sin pérdida (lossless) a Spotify Premium, prácticamente todos los grandes servicios de streaming —como Apple Music, Tidal o Amazon Music— ya ofrecen esta opción de alta fidelidad sonora.
Pero la gran pregunta es: ¿realmente merece la pena pagar más, gastar más datos y ocupar más espacio por una calidad que, para la mayoría, podría ser imperceptible? La respuesta depende de muchos factores: tu equipo de sonido, tu entorno… y, sobre todo, tu propio oído.
Qué significa realmente “audio sin pérdida”
Existe cierta confusión sobre el concepto de “audio sin pérdida”. Muchos creen que significa “sin comprimir”, pero eso no es del todo correcto.
En realidad, “sin pérdida” (loseless) y “con pérdida” (lossy) son dos tipos de compresión. La diferencia está en qué datos se eliminan o conservan durante ese proceso.
Por ejemplo, un archivo comprimido con FLAC (Free Lossless Audio Codec) reduce el tamaño del original sin eliminar información, y al descomprimirlo recuperas cada bit idéntico al original.
En cambio, un MP3 o un AAC sí pierden datos al eliminar parte de la información sonora que el algoritmo considera imperceptible para el oído humano. Por eso, cuando descomprimes un archivo “con pérdida”, el resultado no es exactamente igual al original.
Hasta dónde llega el oído humano
La clave de esta discusión está en lo que realmente podemos oír. El oído humano promedio detecta frecuencias entre 20 Hz y 20.000 Hz, aunque ese rango disminuye con la edad o la exposición a ruidos intensos. Los ingenieros de sonido utilizan este conocimiento y la psicoacústica (la forma en que el cerebro interpreta los sonidos) para eliminar del audio datos que, en teoría, no somos capaces de percibir.
Además, pocos escuchan su música en un entorno ideal: sin ruido, con auriculares de gama alta y un equipo Hi-Fi. La mayoría usa auriculares Bluetooth, que por su propia naturaleza no transmiten audio sin pérdida, ya que el códec Bluetooth comprime la señal para adaptarse a su limitado ancho de banda.
En la práctica, varios estudios demuestran que la mayoría de las personas no puede distinguir de forma consistente entre un archivo lossless y otro con pérdida a 320 kbps, el bitrate más alto de los códecs modernos como AAC u OGG.
Pon a prueba tus oídos: ¿puedes notar la diferencia?
Si quieres comprobarlo por ti mismo, existen tests online gratuitos que permiten evaluar si realmente puedes distinguir entre audio sin pérdida y con pérdida.
Uno de los más populares es el test ABX, donde escuchas dos muestras de referencia (A y B) y una muestra objetivo (X). Tu tarea será decidir si la muestra X coincide con la A o con la B. Se te presentarán varias rondas de prueba.
La precisión del test aumenta considerablemente a medida que incrementa el número de pruebas. Aunque cinco intentos son suficientes para estimar si puedes distinguir entre audio con pérdida y sin pérdida, identificar en qué pistas concretas percibes la diferencia requerirá unas 20 pruebas por muestra.
Antes de probar, se recomienda utilizar auriculares con cable de alta calidad, subir el volumen sin distorsión y escuchar en un entorno tranquilo. Si usas auriculares Bluetooth, recuerda que no podrás experimentar audio sin pérdida real, a menos que admitan conexiones por cable o códecs sin pérdida.
Los resultados: menos diferencia de la esperada
En la mayoría de las pruebas, los usuarios —incluso los más experimentados— no logran distinguir el audio sin pérdida del comprimido. Las diferencias se hacen evidentes únicamente en archivos de baja calidad (por ejemplo, MP3 a 128 kbps), pero desaparecen casi por completo en compresiones de alta tasa como 320 kbps.
Si eres un melómano con un sistema de sonido premium o trabajas con producción musical, el audio lossless es una inversión lógica. Pero si escuchas música en tu móvil o con auriculares Bluetooth, probablemente no notarás ninguna diferencia real.