El megaproyecto residencial de Mark Zuckerberg en Palo Alto y su coste oculto

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Durante 14 años, uno de los empresarios tecnológicos más influyentes, Mark Zuckerberg, ha ido adquiriendo, una a una, casas en el exclusivo barrio de Crescent Park (Palo Alto). Según un reportaje de The New York Times, ya suma 11 propiedades y más de 110 millones de dólares invertidos para levantar un complejo residencial hecho a su medida.

La estrategia ha sido progresiva: compras por partes para unir parcelas vecinas y conformar un perímetro propio. El resultado es un conjunto que integra una residencia principal, varias casas de invitados y jardines meticulosamente diseñados, todo ello con seguridad y servicios privados.


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Lujo a medida: de la pista de pickleball a la piscina transformable

El complejo presume de instalaciones pensadas para el ocio y la vida social: una pista de pickleball, zonas verdes de alto mantenimiento y una piscina con suelo hidráulico móvil capaz de convertir el vaso en una pista de baile. Como toque más llamativo, destaca una estatua 2 metros que representa a su esposa, Priscilla Chan, vestida con túnica plateada.

Bajo la superficie se extiende un espacio subterráneo de 650 metros cuadrados. Entre los vecinos circula el apodo de “la bat-cueva del multimillonario”, una etiqueta que da pistas sobre la magnitud y el carácter privado de la infraestructura bajo tierra.

En una de las casas funciona un pequeño centro educativo para 14 niños. Esta actividad entra en conflicto con las normas de zonificación de la ciudad, aunque el incumplimiento no parece inquietar a las autoridades municipales.

 

Años de obras y cámaras en cada esquina: el peaje para el vecindario

No todo es maravilloso. Vecinos de larga data denuncian el desgaste de convivir con obras continuas, accesos bloqueados por camiones y un despliegue de cámaras que apunta en múltiples direcciones. Uno de ellos resume el sentir general con contundencia: ningún barrio quiere sentirse “ocupado”, y eso es justo lo que, a su juicio, ha ocurrido.

El equipo del propietario ha tratado de tender puentes en varias ocasiones con pequeños gestos: vino, donuts e incluso auriculares con cancelación de ruido. Detalles que mitigan el día a día, pero no resuelven el fondo del conflicto.

El caso reabre el debate sobre los límites entre la privacidad y el impacto comunitario cuando un solo propietario concentra múltiples parcelas en un entorno residencial consolidado. El derecho a la seguridad y a la personalización choca con la continuidad del tejido vecinal, el uso del espacio público y el cumplimiento normativo.

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Sobre el Autor
Luis A.
Luis es el creador y editor jefe de Teknófilo. Se aficionó a la tecnología con un Commodore 64 e hizo sus pinitos programando gracias a los míticos libros de 🛒 'BASIC para niños' con 11 años. Con el paso de los años, la afición a los ordenadores se ha extendido a cualquier cacharrito que tenga una pantalla y CPU.
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